En Ecuador, la usura, infiltrada en la economía informal, impacta al ámbito formal. Se acompaña de otros ilícitos de carácter económico que suelen quedar impunes; ya sea por la precaria investigación del origen de los fondos que financian el ejercicio usurero, su modus transaccional disfrazado con operaciones mercantiles lícitas y sus mecanismos ilícitos de cobro, quedando como letra muerta la normativa interna e internacional.
Tal actividad, es ejercida de forma inescrupulosa, al «necesidad», «urgencia» y «pobreza económica», de quienes recurren a esta forma de financiamiento para satisfacer sus necesidades ante la imposibilidad de reunir requisitos mínimos exigidos dentro del ámbito del mercado financiero formal. Quienes recurren a préstamos usurarios, son por lo general, personas de escasos recursos; entre otros: migrantes, que financian sus viajes con estas fuentes; comerciantes, que a diario se endeudan (hasta por horas) para comprar productos, comercializarlos, recuperar el capital e intereses, para luego con la escaza utilidad, proseguir cíclicamente alimentando al «prestamista» usurero.
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