El contrato es el vehículo por excelencia para poner en movimiento los derechos subjetivos e incorporarlos al tráfico jurídico. Consciente o inconscientemente lo utilizamos a diario, sea porque nos embarcamos en un medio de transporte público, o cargamos gasolina para nuestro vehículo, compramos una bebida gaseosa, o cenamos en un restaurante, etc., actividades todas que nos hacen parte de alguna figura contractual, grande o pequeña.
Sin este magnífico negocio jurídico parecería extraña nuestra vida social e imposible la actividad económica, pues el contrato tiene lo uno y lo otro; y de hecho es un fenómeno al que se aproximan y sociólogos y economistas con la pupila apuntada hacia los perfiles que atrapan el interés de esas dos disciplinas.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.